El 10 de abril de 2018, a las 6 de la mañana, Yanina se preparaba para ir a su trabajo de farmacéutica en el Instituto de Previsión y Seguridad Social de Tucumán, pero en un segundo, su vida quedó pendiendo de un hilo. La rotura de un aneurisma la dejó en coma durante meses, casi sin esperanzas. Una tarde despertó riendo, sin saber lo que le había pasado. Seis años después, con mucho esfuerzo para rehabilitarse, pudo reinsertarse en su trabajo, en sus actividades, da conferencias sobre temas profesionales y celebra cada avance en su recuperación diaria.
Estaba cumpliendo sus sueños: Se había recibido hacía poco tiempo en la Universidad Nacional de Tucumán, se había especializado en atención de pacientes con Diabetes y había comenzado a trabajar en el Instituto de Previsión y Seguridad Social. Jugaba al fútbol, viajaba, salía con sus amigas… Lo único que la inquietaba a Yanina del Milagro Quinteros era un persistente dolor de cabeza que la había llevado a recorrer consultorios sin un diagnóstico definitivo. “Los neurólogos me decían que era stress”.
Una mañana, su vida se restarteó. “Me preparaba para ir a trabajar. Salí del baño y me desmayé. Me encontraron inconsciente, me llevaron a la guardia. Ahí me diagnosticaron un ACV hemorrágico y me operaron de urgencia… Tenía un aneurisma debido a una malformación en la arteria que une el cerebelo y el cerebro. Mi cerebro estaba lleno de sangre cuando me operaron. Estuve 50 días en coma en el sanatorio”.
“A mis padres ya no les daban esperanzas. Pero decidieron trasladarme a Buenos Aires, al Instituto Fleni”.
Allí permaneció 70 días más en coma, hasta que una tarde, de pronto despertó: “Salí del coma riéndome de una palabra que mi mamá dijo enojada porque no venía el camillero a buscarme para ir a fisioterapia”.
En ese momento, entre lágrimas y risas, Viviana, su mamá, la vio volver a nacer.
Desde entonces, Yanina del Milagro (así se llama), con 26 años, tuvo que aprender todo de nuevo: a respirar, a comer, a caminar. Pero no había perdido sus conocimientos ni la memoria.
“Estuve mucho tiempo sin caminar, en una silla a 60°. Luego pasé al andador y ahora estoy caminando con bastón, 6 años después”.
En noviembre de este año, por primera vez, pudo dar una conferencia de pie en el Colegio de Farmacéuticos de Tucumán, sobre “Atención farmacéutica en pacientes polimedicados”.
“En mi recuperación tuve mucha contención de mi mamá y de mi papá, también de mis amigas. Las chicas con las que jugaba al fútbol me llevan a dar vueltas. Me mantienen activa en la vida social. Mis compañeros de trabajo siempre estuvieron dispuestos a ayudarme y también mis colegas del Colegio de Tucumán.
Hasta el día de hoy los estudios siguen arrojando que tengo daño en la parte baja del cerebro, que regula la parte motriz. Pero no en la parte alta, que coordina la parte cognitiva, la memoria, el pensamiento.
Tuve que reaprender a hacer tareas comunes, como cocinar, coser… a mí me gusta tejer al crochet y hoy puedo hacerlo! Es increíble, hago muñequitos amigurumis, y me siguen saliendo muy bonitos!
Al no tener dañada la parte cognitiva, puedo trabajar. Además doy charlas a los estudiantes para transmitirles la pasión por la Farmacia. Mi vocación me la transmitió un tío, que me enseñó a entregar siempre el medicamento con información, con consejo; a ser cuidadores de los pacientes, a escucharlos”.
“Creo que el contacto con los pacientes me ayudó a ser una buena paciente. Y aprendí mucho como farmacéutica siendo paciente.
Es muy importante nuestra tarea porque los médicos cada vez atienden más rápido y muchas veces los pacientes no les hacen las preguntas que necesitan”.
Seguir la vida
Hoy ejerce como auditora de farmacia en una obra social. “El trabajo de auditoría es muy exigente; ¡entender la letra de los médicos es un caso! Soy auditora farmacéutica de pacientes con planes crónicos, con diabetes, que usan hipoglucemiantes orales.
Después de la facultad necesitaba profundizar en lo que me gustaba, así que me incliné por la rama de la Endocrinología. Eso me llevó a ser la primera farmacéutica en la Argentina diplomada como Educadora en diabetes. Me diplomé en el Colegio de Médicos de Tucumán.
Sigo capacitándome continuamente y capacitando. Lo tenía muy adentro mío. Siempre pensé que se puede ayudar desde el lugar en el que uno esté. Y luego del ACV lo comprobé.
Después de dos años de haber iniciado la rehabilitación, la Directora de Calidad de Vida de la obra social en la que trabajaba, Natalia Grinblat me propuso reinsertarme. Para mí fue una bendición poder seguir en el lugar en el que me gustaba trabajar. Fue hermoso volver”.
“Mi recuperación sigue. Esta experiencia de vida me enseñó la constancia, la resiliencia, la paciencia. Yo era muy impaciente. Hoy todo es día a día. Pero sé que con constancia todo se puede”.
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