Las células cancerosas que viajan a través del líquido linfático, que limpia las células que luchan contra las infecciones y ayuda a eliminar los desechos celulares, pueden tener más probabilidades de sembrar crecimientos distantes que cuando son transportadas en la sangre, porque recogen “capas” hechas de ácidos grasos monoinsaturados que ayudan a protegerlas permitiéndoles sobrevivir el tiempo suficiente para formar nuevos tumores.
“Mucha gente ha estado estudiando las células cancerosas circulantes en la sangre, pero casi nadie investigó estas células a medida que migran a través de los vasos linfáticos”, dice el Dr. Sean Morrison del Centro Médico de la Universidad de Texas Southwestern. La razón, explica, es bastante simple: las muestras de sangre son mucho más fáciles de obtener que las linfáticas.
Por lo general, los tumores tardan años en diseminarse a sitios distantes del cuerpo o hacer metástasis, principalmente porque la mayoría de las células mueren mientras migran a través de la sangre. En un trabajo anterior, Morrison y su equipo sugirieron que el estrés oxidativo, un proceso por el cual los radicales libres de oxígeno pueden dañar las membranas de las células grasas, mataba a la mayoría de estas células. Pero no estaba claro por qué algunas pueden sobrevivir a este mecanismo.
Para averiguarlo, Morrison y su equipo inyectaron células de melanoma humano teñidas en las venas o ganglios linfáticos de 520 ratones y luego rastrearon cómo esas células se movían por el cuerpo. Descubrieron que sobrevivían más células cancerosas en la linfa que en la sangre y que era más probable que sembraran tumores distantes. Los que estaban en la sangre tenían más probabilidades de haber sufrido altos niveles de estrés oxidativo y morir.
Luego, el equipo aisló células cancerosas de la sangre y los ganglios linfáticos para comprender mejor por qué los dos se comportaban de manera diferente. Dentro de las membranas de las células cancerosas en los ganglios linfáticos, los investigadores encontraron niveles más altos de ácido oleico, un ácido graso monoinsaturado. Sus contrapartes celulares en la sangre tenían membranas compuestas principalmente por ácidos grasos poliinsaturados, que son más propensos a sufrir daños por estrés oxidativo.
El ácido oleico en las células expuestas al líquido linfático diluyó las grasas poliinsaturadas y las protegió del daño oxidativo cuando luego viajaron a través de la sangre a partes distantes del cuerpo, señala Morrison.
El investigador sostiene que esto plantea un nuevo objetivo en la búsqueda de prevenir la progresión del cáncer en los pacientes. Además de los medicamentos que podrían alterar esta membrana protectora, Morrison y su equipo están probando los efectos de alimentar a los ratones con una dieta rica en grasas que podrían mantener la membrana vulnerable al daño y retrasar la progresión del cáncer.
Fuente: Nature, DOI: 10.1038/s41586-020-2623-z