Dos grupos de personas. Al primero le dan un batido que describen como “saludable”. Al segundo, otro que les anticipan como una “delicia”. Las bebidas son idénticas, pero los integrantes de cada grupo responden distinto: aquellos a los que les dicen que se trata de una gratificación, segregarán tres veces menos grelina (hormona estimulante del hambre), como si supieran, ya antes de tomarlo, que se van a sentir saciados.
El título del paper que describe este ensayo es sugerente: “La disposición mental y no solo los nutrientes determinan la respuesta de grelina”. Dicho de otra manera, lo que creemos modifica nuestro cuerpo.
El experimento, reportado en 2011 por Alia Crum y colegas en Health Psychology (doi: 10.1037/a0023467), integra la hoy vasta literatura científica de más de 5000 trabajos que intenta develar los misterios del llamado “efecto placebo”.
“A la luz de hallazgos notables que van desde la demostración de que modula significativamente la respuesta a tratamientos activos en dolor, ansiedad, enfermedad de Parkinson y hasta procedimientos quirúrgicos, el efecto placebo es actualmente reconocido como un determinante poderoso de la salud en muchas enfermedades”, escriben B. Colagiuri y colegas en una revisión que se publicó en la revista Journal of Neuroscience (doi: 10.1016/j.neuroscience.2015.08.017).
“El ‘efecto placebo’ suele ser interpretado como ausencia de efecto -afirma Daniel Flichtentrei, director del sitio Intramed-. Sin embargo, lo único que está ausente es el principio activo, lo que de ninguna manera implica que no se produzcan efectos. Las vías a través de las cuales es posible inducir modificaciones sobre otras personas no se limitan a los agentes farmacológicos. Ya nadie ignora que el énfasis que un médico pone en el momento de realizar una prescripción incide en la magnitud de los resultados clínicos que produce”.
Según cuenta Laura Sanders en la revista Knowable, hace algunos meses cientos de científicos convergieron en los Países Bajos para participar del primer encuentro de la Sociedad Interdisciplinaria para el Estudio del Placebo. La reunión atrajo a psicólogos, psiquiatras, fisiólogos, eticistas y neurocientíficos interesados en aprovechar sus beneficios en la clínica. Pero la tarea no es sencilla.
“El problema está en la definición de ‘placebo’ -explica Pablo Richly, director del Centro de Salud Cerebral-. Una parte de lo que se observa se refiere a la variabilidad intrínseca de lo que uno está estudiando. Supongamos que viene alguien a verme con tos, le doy una pastilla de azúcar y a los dos días está mejor. Entre los que mejoran, hay algunos que no lo hacen por el placebo, sino porque es el rumbo natural de la enfermedad. Sin embargo, hay un plus, que generalmente está mediado por la expectativa”.
Entre los hechos más sorprendentes que rodean a este fenómeno está el que también existe para la cirugía. Un procedimiento quirúrgico para implantar un virus que refuerza la producción de dopamina en personas con Parkinson(ensayo firmado por C. Warren Olan y colegas en los Annals of Neurology) produjo mejoras en los operados, ¡pero también en los sometidos a cirugías falsas!
Los placebos son responsables de todo tipo de curiosidades que desafían la incredulidad. Drogas como la morfina se comportan distinto si uno sabe o no que las está recibiendo, y hay opiáceos que no funcionan si el paciente no sabe que los está tomando. Pero también puede tener efectos adversos. “El placebo viene con su ‘hermano malo’, que es el ‘nocebo’ -explica Richly-. Cuanto mayores son las expectativas de lo positivo, también pueden serlo las consecuencias de lo negativo. Es un arma de doble filo que, si bien no es riesgosa, puede causar disconfort”.
Al parecer, uno de los ingredientes del efecto placebo puede ser el condicionamiento. Un estudio mostró que después de que un grupo de personas recibieran pequeñas inyecciones con un alergeno que les causaba picazón, seguían sintiéndola cuando los investigadores cambiaron el alergeno por agua y sal. Vitaly Napadow y colegas lo publicaron en Allergy en 2015 (doi: 10.1111/all.12727).
Otra de las hipótesis, formulada por Tor Wager, director del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Colorado en Boulder, Estados Unidos, es que el efecto placebo surge de un ciclo de retroinformación positiva: si uno está “seteado” para esperar algo bueno, pasa por alto lo malo.
Hasta se observó efecto placebo en animales. Un trabajo firmado por K. R. Muñana, del Colegio de Veterinaria de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, Estados Unidos, publicado en el Journal of Veterinary Internal Medicine (doi: 10.1111/j.1939-1678.2009.0407.x), encontró que 22 de 28 perros con epilepsia tratados con un placebo mostraron una reducción en la frecuencia de convulsiones de un 26% en promedio.
Claro que el efecto placebo tiene sus limitaciones. En una investigación publicada por The New England Journal of Medicine en 2011, Michael Wechsler y colegas analizaron qué ocurría en tres grupos de pacientes asmáticos: uno tratado con “albuterol”, otro con placebo y otro con acupuntura falsa. Todos manifestaron niveles similares de bienestar, pero solo los que habían recibido la droga activa registraron mejoría en sus vías aéreas.
Más allá del creciente interés, una encuesta del sitio Intramed que respondieron 700 médicos, mostró que casi el 70% no lo tiene en cuenta en su práctica habitual. Pero para otros es una herramienta imposible de soslayar. Flichtentrei se encuentra entre estos últimos: “Una mirada que se dirige a los ojos y no a los papeles o a las pantallas. El silencio respetuoso e interesado de la escucha atenta. En fin, una persona que hace saber al otro que lo que a él le ocurre es importante y despierta su interés, hacen de un médico un extraordinario placebo -afirma-. Es un poderoso agente terapéutico, pero solemos llamarlo ‘charlatanería’. De hecho, lo que un ‘charlatán’ hace es emplear la palabra como instrumento con plena conciencia del fabuloso efecto que con ella es capaz de producir. Él conoce lo que nosotros ignoramos y valora lo que a menudo despreciamos. Siempre que se respete un marco de honestidad y no se vulneren la dignidad ni los derechos del otro, lo que legitima un procedimiento médico son sus resultados, no su metodología”.
En esto, Richly coincide: “La parte más peligrosa de los placebos, llámeselos como se los llame, son las medicinas alternativas. Allí el gran problema es que en realidad se da un peor tratamiento o un no tratamiento a alguien que puede recibirlo. Si uno usa solamente placebo no es médico. Pero la actitud, el factor humano…, lo primero que uno prescribe es a sí mismo. La relación médico-paciente modula los efectos del tratamiento”.
Fuente: La Nación ( Argentina )