Debate: Redistribuir el gasto público

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Por Rubén Torres, médico sanitarista. Rector de la Universidad ISALUD y ex superintendente de Servicios de Salud.

 

Modular equidad, establecer prioridades y asignar recursos es tarea esencial del Estado. Un Estado que, ineficiente en suministrar salud, con infraestructura degradada, monstruoso gasto público y déficit fiscal, es una industria floreciente: 2.100.000 empleados en 2002 3.579.000 hoy, con gremios que resisten todo cambio y evaluación. Catorce puntos del PBI van a su pago (con transferencias a universidades), gasto similar a países escandinavos con servicios de subdesarrollados.

CFK asumió con 10 ministerios, 50 secretarías y 92 subsecretarías, se fue con 16; 70 y 169. Hoy hay 21, 87 y 207. Un ministerio nuevo es mas secretarías, subsecretarías, direcciones, secretarías privadas, autos, choferes, edificios y celulares. Hay un diputado nacional cada 171.000 habitantes (en EE.UU, 1/742.500). Se pudo cambiar, se prefirió agregar un tercer senador. El Congreso gasta 74 millones/año en c/u de los 72 senadores y unos 22 en c/u de 257 diputados. Sus empleados crecen: Biblioteca 117, Imprenta 64 y Defensoría del Pueblo, que carece de titular, 170. La web del Senado muestra 5038 empleados: 70 por senador. La Legislatura de Bs.As. ($6500 mill/año) tiene unos 32 empleados por diputado, mas de 52 por senador; su Cámara de Diputados estudia mecanismos para otorgar y controlar subsidios y becas con que cada legislador cuenta.

No se conoce con precisión el destino final y si son realmente recibidos por los beneficiarios. Insulto a ciudadanos de una provincia con 53 de 79 hospitales que requieren importantes reformas, 4 que deben ser reemplazados; 700 camas cerradas por falta de personal o equipos; 700 médicos de guardia faltantes, que para equilibrar el sistema de salud necesita $18.000 millones durante una década, y aumenta 31% su presupuesto de salud y 46% el de su Legislativo. Resultado: presión tributaria que espanta inversiones: la gestión anterior la subió de 27 a 40% del PBI, perdió el superávit de 2004 y generó 7% de déficit en 2015. Un asalariado formal trabaja entre 173 a 211 días para cumplir obligaciones tributarias, de “emergencia” hace 80 años: Ganancias nació en los 30 como emergencia, a los Réditos, IVA subió transitoriamente en 1995, impuesto al cheque y derechos de exportación, nacidos transitorios, tienen 16 y 15 años.

La pobreza de 30,3%, treinta años atrás era entre 8 y 10%. En 1914, Argentina triplicaba el ingreso per cápita de Japón, hoy tiene 1/3. Mientras, 1 de cada 3 argentinos suspende un estudio o tratamiento, 34% de afiliados a PAMI y 23% a obras sociales dijo tener que modificarlos por motivos económicos. Claros indicadores del costo e ineficiencia del Estado más caro y grande de la historia que debe ser rediseñado, para que las instituciones dejen de ser “depósito” que parte de la dirigencia política, que consigue votos con oferta de empleos, organismos innecesarios y otros despilfarros engrose en capas geológicas con personas por afinidad o retribución política mas allá de capacidades (”resignación de sectores postergados a no tener otro destino que una dirigencia corrupta les arroje las sobras de su comportamiento delictivo” Santiago Kovadloff dixit).

No es el “Estado ausente” del que muchos hablan, sino ineficiente y fracasado para brindar servicios de salud, con instituciones que cuestan mucho dinero, y no funcionan como la sociedad necesita. Fracaso escandaloso de una dirigencia que no se hace cargo de lo que le corresponde por esa decepción: no se pregunta la necesidad de 2 cámaras en 5 provincias que no recaudan un 1/3 de sus gastos; 3 de ellas con las peores tasas de mortalidad infantil. Golpe al sentido común, a la dignidad del trabajador que se levanta todos los días a luchar contra la realidad, al jubilado que cuenta monedas a fin de mes, al maestro que “solo enseña”, al policía con la “sencilla” tarea de cuidarnos al bombero voluntario al servicio de todos, al médico que nos sana.

Se eluden soluciones racionales: redistribuir y establecer prioridades; tarea de la política. Podrían eliminarse gastos prescindibles: disminuir cargos, viáticos de viajes innecesarios al exterior, pasajes no usados al interior e injustificadas dietas del Parlasur. El Poder Judicial pagar ganancias, y empresarios oligopólicos explicar porqué la ley de oferta y demanda por la que si baja el consumo deberían bajar los precios, falla. Hay una hipótesis “victimológica” poco convincente, sobre el retraso argentino: somos pobres porque otros, que varían en el tiempo -FMI, España, o multinacionales- nos despojan.

Muchos países fueron conquistados largo tiempo y eso no les impidió desarrollarse. Con riquezas naturales y sin mega conflictos bélicos en el último siglo, nuestro estancamiento se debe a malas decisiones políticas, y una elite dirigente que luego que sube en la escala social se lleva la escalera. Consumo, hedonismo, vivir mejor aquí y ahora, acabaron con la utopía del progreso: hoy éxito político es que crezca la economía para que la mayoría consuma y anestesie violencia social e interés por la cosa pública.

El desfase entre vivir como “deseamos” y “podemos” signó la historia argentina y se requieren más señales de una dirigencia desbordada de ideologismo y desnutrida de contenidos, que no plantea valores ni esta dispuesta a correr el riesgo, de crear la institucionalidad que añora buena parte de la sociedad. Aunque el ahorro obtenido eliminando esos gastos, no tenga el volumen para resolver los problemas de personal e infraestructura de salud, constituiría un acto ético con aquellos que resignadamente esperan desde muy temprano en salas descascaradas e indignas obtener un turno para acceder a una declamada cobertura universal.

Fuente: Clarín


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