Los antibióticos en los primeros meses de embarazo pueden aumentar el riesgo de aborto espontáneo

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Los macrólidos (excepto la eritromicina), las quinolonas, las tetraciclinas, las sulfonamidas y el metronidazol se asociaron con un mayor riesgo de aborto espontáneo en los primeros meses de embarazo, comparado con penicilinas, cefalosporinas o ninguna exposición a los antibióticos en absoluto, informó el Dr. Flory T. Muanda en un artículo publicado en la edición del 1 de mayo del Canadian Medical Association Journal -CMAJ.

Estos hallazgos deben ser considerados cuando las directrices se actualicen con respecto al tratamiento de la infección durante el embarazo, afirman los autores del estudio.

Gran estudio de Cohorte

El Dr. Muanda, de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Montreal, Canadá, y sus colegas analizaron los datos de la Cohorte de Embarazo de Quebec sobre los embarazos ocurridos entre enero de 1998 y diciembre de 2009. La cohorte está en curso e incluye información sobre todos los embarazos entre mujeres cubiertas por el Seguro Público de Medicamentos de Prescripción de Quebec.

Los pacientes estudiados tenían entre 15 y 45 años de edad el primer día de gestación y cubiertos por el seguro durante al menos 1 año antes y durante su embarazo. Las mujeres que experimentaron un aborto espontáneo detectado clínicamente antes de la semana 20 de gestación fueron consideradas casos, con la fecha del calendario del aborto espontáneo designado como la fecha de índice. Para cada caso, los autores identificaron 10 pacientes de control emparejados por edad, año de gestación y fecha de gestación en 3 días.

La exposición a antibióticos se definió como “haber llenado al menos 1 prescripción para cualquier tipo de antibiótico, ya sea entre el primer día de gestación y la fecha de índice, o antes del embarazo, pero con una duración que se superponía con el primer día de gestación”, explican los autores.

El estudio incluyó cefalosporinas, macrólidos, penicilinas, quinolonas, sulfonamidas, tetraciclinas, otros agentes antibacterianos, antiprotozoarios y antiinfecciosos urinarios.

En total, 182.369 embarazos cumplieron los criterios de inclusión; de esos, 8702 (4,7%) terminaron en aborto espontáneo, con una edad gestacional media de 14,1 semanas (desviación estándar [SD], 3,1 semanas, media, 14 semanas). El grupo de control emparejado consistió en 87.020 embarazos.

La exposición a antibióticos ocurrió en 12.446 (13%) de los embarazos, incluyendo 1428 que terminaron en aborto espontáneo (16.4% de todos los embarazos terminados en aborto espontáneo). Entre los pacientes control, 11.018 (12,6% de todos los controles) fueron expuestos a los antibióticos (P <0,001 en comparación con los casos).

Las mujeres que sufrieron un aborto espontáneo tenían una edad media de 28,7 años (SD, ¬ ± 6,3 años) en comparación con las mujeres del grupo control, que tenían una edad media de 27,8 años (DE, ± 5,5 años p <0,001). También eran más propensas a haber sido diagnosticadas con enfermedades como la depresión y el asma, haber visitado un hospital o un departamento de emergencia dentro del año anterior al embarazo, y a reportar mayor uso de medicamentos en general.

En un esfuerzo por explicar estos y otros posibles factores de confusión, los autores analizaron una larga lista de co-variables, incluyendo aquellas asociadas con el estatus socioeconómico, las comorbilidades y la demografía.

 

Resultados

Después del ajuste para posibles factores de confusión, el aumento del riesgo asociado con un antibiótico particular, en comparación con ningún antibiótico, se muestra en la tabla. No se asoció riesgo aumentado con nitrofurantoína, eritromicina, penicilinas o cefalosporinas.

 

Para dar cuenta del riesgo subyacente asociado a una infección, los autores repitieron el análisis, utilizando las penicilinas y las cefalosporinas, que tienen la mayor cantidad de datos de seguridad disponibles, como grupo de referencia. Los resultados continuaron en gran medida sin cambios.

También realizaron dos análisis de subgrupos que consistían sólo en embarazos con infecciones del tracto urinario o del tracto respiratorio. En el grupo de infección del tracto urinario, la razón de probabilidades ajustada asociada con la exposición a quinolona, en comparación con el uso de penicilina, fue de 8,73 (intervalo de confianza del 95% [IC], 3,08-24,77; 17 casos expuestos).

En el grupo de infecciones de las vías respiratorias, el uso de macrólidos se asoció con una tendencia al aumento del riesgo de aborto espontáneo comparado con la penicilina, pero no fue estadísticamente significativo (razón de probabilidades ajustada: 1,89; IC del 95%: 0,97-3,69; 17 casos expuestos)

Los autores no observaron un mayor riesgo de aborto espontáneo asociado con la exposición a la nitrofurantoína, un hallazgo que “apoya su uso como una alternativa a trimetoprima-sulfametoxazol para el tratamiento de la infección del tracto urinario durante el embarazo”.

Poniendo en perspectiva

En algunos casos, estos hallazgos apoyan datos de otros estudios, señalan los autores. El efecto de clase observado en tetraciclinas y quinolonas “apoya las directrices actuales utilizadas en obstetricia que no recomiendan el uso de estos fármacos en el embarazo temprano”. El hallazgo de que el metronidazol se asoció con un aumento del 70% en el riesgo de aborto espontáneo es similar al de un estudio entre pacientes de Medicaid que muestran un 67% más de riesgo.

Los autores reconocen que la confusión por la gravedad de la infección es una posible limitación del estudio. “Sin embargo, hemos ajustado el estudio para factores relacionados a severidad de la infección, como la exposición previa a los antibióticos, comorbilidades, diagnóstico hospitalario de infecciones maternas y las admisiones hospitalarias anteriores”.

Otros factores de confusión no medidos, tales como el consumo de tabaco o alcohol y la ingesta de ácido fólico pueden explicar los hallazgos. Sin embargo, los autores afirman que usaron dos grupos de comparación activos para atenuar este efecto, por lo que “la confusión no medida, si está presente, no explicaría completamente este hallazgo”.

 

Fuente: Medscape /CMAJ. 2017;189:E625-E633.


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