El 2 de noviembre, hace ya 11 días, el Gobierno nacional autorizó el sexto aumento en 12 meses para los precios de losmedicamentos. La suba permitida fue del 3% como máximo para todos los productos, tanto los de venta libre como los de expendio bajo receta. Eso, al menos, fue lo que se informó a la población y replicaron los diarios. Pero en los últimos días, en los mostradores de las farmacias, los pacientes se encontraron una realidad diferente.
La sorpresa fue grande. Y es que, aunque muchos remedios se incrementaron de acuerdo con lo indicado, en una notoria cantidad de casos los saltos fueron del 4, del 5, del 6, del 8 y hasta del 9%. En un relevamiento, Clarín pudo confirmar que varias drogas de uso masivo –y de marcas renombradas– pasaron a venderse al público a valores que superan ampliamente lo anunciado.
Un ejemplo es el Ibupirac de 400 miligramos. El famoso analgésico y antifebril, que estaba a $ 14,59, pasó a $ 15,90: es decir, subió un 9%. Otro caso es la Buscapina Compositum de 20 pastillas, un analgésico y antiespasmódico que se vendía a $ 51,14 y ahora aparece a $ 55,31 (8,1% más), mientras que la versión “N” cambió de $ 33,87 a $ 36,63. El Qura Plus, un antigripal, se encareció 6% al saltar de $ 57,26 a $ 60,70. Y quienes deben mantener a raya elcolesterol y los triglicéridos ahora deberán abonar un 5% más por el Zarator, que se disparó de $ 466,15 a $ 489,46 en su versión de 10 miligramos por 60 comprimidos.
Pero también los pacientes respiratorios pagarán recargos inesperados. El Ventolín, muy usado por asmáticos, costaba $ 80,99 y acaban de remarcarlo un 8,2% (se fue a $ 87,60). El Neumoterol 400, otro broncodilatador, tuvo una suba del 6% porque salía $ 411,27 y se actualizó a $ 435,94. Todo, como se ve, muy lejano al 3% indicado.
Por otra parte, los “lápices” de insulina Lantus Solostar pasaron de $ 1.921,45 a $ 1.998,30: un incremento del 4%. En esa proporción también subieron los antiácidos Treg y Stomacine, el ansiolítico Alplax, el antifebril Novacler y el antiartrósico Findol, que antes valía $ 255,02 y ahora se expende por $ 265,21 en su presentación de 30 sobres.
Son sólo algunos ejemplos, tomados de las listas de precios oficiales o manuales que se utilizan en todas las farmacias del país. “Hubo ajustes mayores al 3%. Hemos visto listas con aumentos del 6%, pero no lo hicieron todos los laboratorios ni para todos sus productos”, confirmaron a Clarín en una cadena que opera varias sucursales en Buenos Aires.
La reciente autorización oficial para que los precios subieran 3% había estado precedida por otros permisos del 3% al 4% en agosto, del 3% en julio y del 2% a partir de abril, todas acumulativas. Previo a eso, la Secretaría de Comercio, encabezada por Augusto Costa, había permitido un 3% de suba en febrero y otro 3% en diciembre de 2014. Así, en teoría, los remedios deberían haberse remarcado cerca de un 15% en lo que va del año y un 18,5% en los últimos 12 meses.
De todos modos, si se comparan los valores actuales con los de noviembre pasado, también aparecen subas mayores a ese patrón. Con el cambio reciente, los mencionados Ibupirac y Buscapina acumulan una suba interanual mayor al 25%. Lo mismo que el Valcote, un anticonvulsivo que saltó de $ 225,05 a $ 282,91 en su presentación de 250 miligramos por 50 comprimidos. La caja de Aspirinetas, en tanto, cuesta ahora 24% más y el Ventolín ya está 21,7% más caro que hace un año, tal como sucedió con el antihipertensivo Nalapril, que fue de $ 37,26 a 45,38.
Consultadas por Clarín, en la Cámara de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos (CILFA) y en la Cámara de Especialidades Medicinales (CAEME), que nuclean a los principales laboratorios, confirmaron que la última suba autorizada por la Secretaría de Comercio fue del 3% y negaron que haya habido una decisión común de desafiar la orden oficial. Dijeron ignorar, en ese sentido, los motivos por los cuales alguna empresa pudo haberlo decidido en forma individual, a sólo un mes del cambio de gobierno.
Lo que siempre destacan es que los medicamentos vienen con sus precios regulados desde 2007 y que las subas autorizadas desde entonces “fueron siempre mucho menores” a las de sus costos.
La última vez que algunos laboratorios habían subido sus precios sin permiso oficial fue en junio del año pasado. En aquella oportunidad, el Gobierno respondió con una dureza inusual: la presidenta Cristina Kirchner los acusó de “cartelización” y los obligó a dar marcha atrás recurriendo a la Ley de Abastecimiento.
Más allá de que la última suba de precios haya respetado o no los parámetros oficiales, cada vez suenan más fuerte las quejas de los laboratorios y de losfarmacéuticos por lo que entienden como un “muy fuerte atraso” en los precios de los remedios. En otras palabras, la opinión casi unánime entre las empresas es que los valores de venta deberían subir mucho más de lo que se vienen incrementando.
Con pedido de anonimato, fuentes de los laboratorios coinciden en quejarse de que el Gobierno los viene “discriminando” desde 2007 al autorizarles subas “muy inferiores a la inflación real y a la evolución de los costos”. Según sostienen, se llegó a un nivel de atraso tal que se necesitaría un aumento del 60% para volver a niveles “razonables”.
Como prueba, presentan un informe reciente del estudio M&S Consultores según el cual, entre 2003 y 2014, los medicamentos únicamente subieron un 244%, pese a que en el mismo lapso la inflación general avanzó un 668%, los alimentos se encarecieron un 846%, las cuotas de la medicina prepaga un 882% y los salarios del sector privado formal un 657%.
Según esos datos, sólo en rubros como el transporte público y la energía se verificaron variaciones tan escasas, y en esos casos fue posible sostener los precios con cuantiosos subsidios estatales, que los laboratorios no reciben.
“Esto hizo que el sector perdiera el 60% de su rentabilidad en los últimos 8 años”, aseguran. Y brindan como ejemplo que los medicamentos, en lo que va de este año, “subieron menos del 15%”, mientras que los salarios del sector de la Sanidad se actualizaron un 33% en paritarias. “Esa desproporción ya había ocurrido en años anteriores y los salarios representan el 30,5% de nuestros costos”, explican.
En las farmacias, por su parte, también se quejan de que la falta de mayores aumentos perjudica a los negocios y que termina generando molestias para la gente.
Según Claudio Ucchino, presidente del Colegio de Farmacéuticos porteño, los medicamentos de mayor salida vienen subiendo a un ritmo del 15 al 17% anual en promedio. “Es mucho menos de lo que aumentaron el resto de los rubros, los sueldos del personal de las farmacias y los costos fijos de los negocios, como los alquileres”, explica. Y menciona, como agravante, que las farmacias deben pagar los remedios en 21 días, pero que tardan 75 días en cobrar los descuentos de laseguridad social, situación que los “desfinanciadas”.
“Así, hoy las farmacias chicas y medianas ya casi no pueden tener stock. Y eso obliga a los pacientes, en cada vez más casos, a ir una vez para encargar el producto y otra vez para buscarlo”.
Subas, idas y vueltas
La relación entre el Gobierno y los laboratorios farmacéuticos tuvo idas, venidas y picos de tensión en los últimos años:
En 2007, la Secretaría de Comercio le impuso un férreo control de precios al sector.
Al irse Guillermo Moreno, las empresas aplicaron subas de hasta 50%. El Gobierno reaccionó y obligó a anularlas en parte.
En junio de 2014, los laboratorios subieron precios sin esperar el aval oficial. En respuesta, la Presidenta los acusó de “cartelización” y usó la Ley de Abastecimiento para obligarlos a retrotraer los valores. “Desde entonces, la política oficial fue autorizar subas periódicas del 2 al 5%. Hasta esta vez, la pauta se venía cumpliendo.
Fuente: Clarin
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