Alfredo Casero: Resistencia

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Se las ve en muchos casos descoloridas, con preponderancia al color verde y blanco. Con atisbos de madera sobre un fondo de vidrio pintado, yespejos con balanzas redondas y rejas. Los rombos de las cortinas llegan hasta el piso en la forma de una franja, un poco oxidada, que toca contra el mármol negro, ¿o será granito? Adentro, el farmacéutico se alegra que se le haya estabilizado la glucosa a un señor de aproximadamente su misma edad, al cual le habla con mucha confianza, y saluda preguntando cómo está su madre y su hermano.

El farmacéutico corta, con una tijerita, medio blíster de Omeprazol, y anota en una libreta. Y se va despacio, una señora bajita, caminando con una bolsa de flores, de las compras.

La pequeña farmacia sobrevive al gran emporio del remedio /golosina / jugo en blíster chiquitito / pinta uñas / pediculicidas, y todo lo que ofrece la farmacopea actual, al alcance de su mano. Con dos cajeras, dos empleadas para atender la gente y un tipo que hace guardia vestido de policía pero no, con un peinado muy engominado, como una cresta.

Es el emporio de la luz de tubo fluorescente, donde reina el aire acondicionado y la automaticidad de las puertas. Justo enfrente, otra farmacia que cierra su cortina romboidal y funciona en el barrio como el dispensario amigo, atendido por un farmacéutico con delantal, que tiene nombre. Toma la presión, pone inyecciones, y hace lo que un trabajador de la salud, dueño una ética personal hace: comprometerse con la salud de los clientes, dentro de lo que fuera posible.

Y justo enfrente, exactamente enfrente, la competencia, gigante, no deja de tener abiertas sus puertas, el palacio del remedio / Bananita Dolca / gomita para el pelo. Mientras él, cierra a la siesta.

PD: Podéis verlo, por ejemplo, queridos amigos en Jorge Newbery y Álvarez Thomas. Y en otros tantos sitios en donde las grandes cadenas de farmacias no pueden descabezar, como a una hormiga, el espíritu generoso de alguien comprometido con lo humano antes que con la industria.

Por eso los farmacéuticos son auténticos vaporesianos, resistidores honrosos ante el modernismo atropellador, “porque así son las cosas”. A ellos, salud.

Mándenme, por favor, a Twitter (@alfredocasero1), fotos de farmacias que resisten, así las publico.

Tomaré Chofitol.

Besos, Casero

Fuente: La Razon


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