Los avances en el campo de la medicina presentan en la actualidad una cruel ironía para la mayoría de las personas del mundo: evitar la muerte prematura, pero vivir muchos años con enfermedades.
Vivimos más años, pero más enfermos.
Así lo confirma un trabajo internacional que se presenta hoy, realizado por el Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud (IHME, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Washington y la Fundación Bill y Melinda Gates.
Se trata del primer estudio global que analiza país por país la carga de enfermedad y su evolución desde 1990. Se llama GBD ( Global Burden of Disease , o Carga Mundial de Morbilidad) 2010.
Y abarca a 189 países.
Según este informe, en Argentina la expectativa de vida aumentó 3,5 años entre 1990 y 2010 (pasó de 72,5 años a casi 76), pero ese aumento podría haber sido mayor si no fuera por la alta incidencia de enfermedades relacionadas con los malos hábitos.
Rafael Lozano, médico y profesor de salud global de la Universidad de Washington, explica a Clarín: “Argentina logró disminuir la mortalidad en todos los grupos de edad, particularmente en los menores de cinco años. Tiene un perfil muy cargado hacia las enfermedades no transmisibles de larga duración. Y al contabilizar las pérdidas de salud asociadas a la discapacidad de las enfermedades se observa que la esperanza de vida saludable –los años que se viven sin enfermedad– es de 64,7 años. En 1990, era de 63,1 años”.
“En otras palabras –resume el investigador mexicano– aumentaron los años de vida en promedio, pero este aumento hubiera sido mayor de no haber perdido años porque la gente está enferma”.
De acuerdo con los datos del informe, en 1990 la población argentina perdió, en promedio, 9,4 años de vida sana; mientras que según las mediciones de 2010, esa cifra subió a 11,2 años. En expectativa de vida saludable, en relación a los países de la región, Argentina se ubica mejor que Perú, Colombia y Brasil, aunque no de Chile (ver Esperanza de vida…). A nivel global Argentina ocupa el lugar 45. A la cabeza están Japón, Corea y España. Con matices, el aumento de la esperanza de vida y el descenso en la calidad se da en todo el mundo.
Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de la pérdida de años de vida saludable entre los argentinos de ambos sexos. Siempre en base a la evolución entre 1990 y 2010, siguen los accidentes cerebrovasculares (ACV), la depresión, la lumbalgia, las infecciones respiratorias bajas, los accidentes de tránsito, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), las complicaciones en el embarazo, la diabetes, otros trastornos musculoesqueléticos y dolor cervical. La lista incluye en total 25 causas principales.
Quienes trabajaron en el estudio global explican que la depresión o la lumbalgia no son causas de muerte, que nadie se muere por ellas, pero se sufren y durante varios años. Dicen que son consecuencia de las condiciones en las que se vive, de una pobre calidad de vida, de la falta de actividad física o de la obesidad, y que en definitiva expresan una gran carga de enfermedad. Este tipo de males acortan la expectativa de vida saludable pero no la expectativa de vida total. Es decir, se viven menos años con buena calidad de vida. O, en otras palabras, vivimos más, somos más longevos, pero pasamos más tiempo con dolores.
Es evidente que el avance de la medicina permitió en esos veinte años un mayor acceso de la población a los tratamientos médicos. Y eso hizo que las enfermedades que antes eran mortales se conviertan en males crónicos que no matan pero se sufren, provocan secuelas o discapacidades y, según la patología y el caso, brindan una mejor o peor calidad de vida.
La mayoría de esas causas aumentaron en las dos décadas analizadas. Las que más crecieron son las autolesiones (suicidios e intentos de suicidio) con casi el 60%; el abuso de drogas (cerca del 55%), los accidentes de tránsito (alrededor del 47%), los trastornos musculoesqueléticos (casi el 43%) y el dolor cervical (ronda el 32%).
Lo cierto es que muchas de estas enfermedades “son evitables y la responsabilidad es compartida entre los ciudadanos y el Estado”, afirma Lozano. Sucede que alrededor de 12,5% de la carga de la enfermedad está asociada a los malos hábitos alimenticios no saludables (obesidad); en segundo lugar está el tabaquismo y atrás vienen la hipertensión, el colesterol, el abuso de alcohol, la exposición a la contaminación y los factores de riesgo ocupacional.
En el GBD 2010 trabajaron casi 500 investigadores de 303 instituciones de 50 países, entre ellos la Argentina: en el informe participó el Instituto Malbrán.
Los datos de 2010 se compararon con los del trabajo realizado en 1990 por la Universidad de Harvard a pedido del Banco Mundial y de la Organización Mundial de la Salud. Abarcó regiones y no país por país, como sí hizo éste último; no tuvo la participación de tantos investigadores como ahora, y además fue un informe estático de las distintas regiones, una suerte de fotografía, mientras que el que se presenta hoy es muy dinámico y muestra la evolución de distintos ítems a lo largo de las dos décadas.
“Es la primera vez que un estudio logra comparar 189 países”, asegura Lozano. Y explica que el informe ofrece una herramienta muy importante que permitirá a cada país construir su propia historia de salud –“saber de dónde venimos”, apunta– sin depender de las interpretaciones de los expertos.
También posibilitará fijar objetivos de políticas públicas acordes a la realidad, por ejemplo, el destino de los fondos para prevenir las principales enfermedades.
Fuente: Diario Clarín